miércoles, 15 de mayo de 2013

EL ÚLTIMO DOBLAJE



"Le han cambiado la voz", era una expresión muy popular que se usaba en los cines y hogares españoles, aún no hace demasiados años, cuando por fallecimiento o imposibilidad se reemplazaba al doblador o dobladora habitual que ponía su voz al servicio de las estrellas de Hollywood. El público se había acostumbrado a la voz española de Bogart, de James Stewart, de Marlon Brando o Woody Allen y era capaz de apreciar cuando se producía un cambio. La voz se cosía de tal forma a la presencia física del actor que ambos rasgos se constituían en una unidad sin solución de continuidad. No hace demasiados años, pero eran otros tiempos.

Hace dos días, el pasado lunes 12 de mayo nos despertamos con la noticia del fallecimiento de Constantino Romero, actor, locutor y presentador, pero sobre todo una de las voces más prestigiosas y reconocibles del doblaje en español.

Nacido en Albacete en 1947, Constantino Romero inició su andadura profesional en Radio Barcelona a la edad de 18 años, medio en el que trabajaría hasta que dio el salto a la pequeña pantalla en 1985. En la televisión Constantino Romero alcanzaría la fama, primero gracias a su labor como presentador de programas de entretenimiento y después por sus frecuentes apariciones en anuncios publicitarios.

Menos conocida es su trayectoria como actor de teatro musical y de cine. En 1984, a la edad de 36 años, debutó como actor teatral en La ópera de tres centavos, dirigida por Mario Gas, artista con el que volvería a trabajar en los musicales Sweeney Tood, en 1995 y A little night music, en el año 2000, obras ambas del autor Stephen Sondheim. También tuvo una actuación destacada en el musical The little shop of horrors, dirigido en esta ocasión por Joan Lluis Bozzo. En cine participó como actor de reparto en las películas La verdad oculta, dirigida por Carlos Benpar, Di que sí, de Juan Calvo y Héroes, de Pau Freixas

Aunque conquistó la popularidad gracias a su faceta como presentador de televisión, fue sin duda la continuada presencia de su voz en las películas, la labor más oculta e interesante que Constantino Romero realizó en toda su trayectoria. En una profesión tan denostada por la inteligentsia española como es la de doblador, Constantino Romero ha dejado algunos hitos en la historia del cine por su habilidad para encajar y sincronizar su grave voz de acero en los labios de grandes estrellas del cine americano, como Clint Eastwood, Sean Connery o Arnold Swarzenegger.

Hace treinta años, cuando el cine empezaba a ser algo más que una afición para mi, vi en un cine de reestreno con versión doblada, la película de Ridley Scott, Blade Runner. La historia de aquellos seres replicantes, casi humanos, que anhelaban vivir más allá de las limitaciones impuestas por la tecnología que los creó, me perturbó de una manera tan profunda que resultó decisiva para encaminar mis pasos hacia la escritura de ficción.

La imagen es muy conocida: la vida del escultural cuerpo de Nexus se termina. Después de una lucha brutal con el policía que lo persigue, Nexus le salva la vida y se sienta a morir en medio de la noche, semidesnudo, en una azotea oscura bajo la lluvia, con una paloma blanca entre las manos. El texto también es muy recordado: "Yo he visto cosas que vosotros jamás creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir."

Aquella voz crepuscular, sensible y única era la voz de Constantino Romero. El último doblador.











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