miércoles, 15 de mayo de 2013

La danza, la muerte y el hielo



Monólogo. De Hagalín Gudmundsdóttir. Con Esther Díaz de Mera, Lucía Barrado y Manuela Morales. Espacio sonoro de Vera Garrido y María Arranz. Espacio escénico de David Phillips. Dirección de Amanda Marinas.
Martes 14 y jueves 16 de mayo.
RESAD de Madrid
Avda. Nazaret, 2.

Dos mujeres se arrastran por el suelo. Van cubiertas por sudaderas con capuchas rojas. Al fondo, bloques de hielo penden sobre el escenario. Llega una tercera mujer, extranjera. Y comienza el baile.

Amanda Marinas acaba de estrenar el último de los montajes de 3º de Dirección Escénica, bajo la coordinación del Profesor Eduardo Vasco. Una puesta en escena del desconocido texto Monólogo, de la islandesa Hagalín Gudmundsdóttir. La dramaturgia nórdica no es habitual en nuestro país, y mucho menos la islandesa; una primera razón para acercarse a ver el montaje. La dramaturgia de Gudmundsdóttir, que por momentos se acerca al postdrama, es enigmática y está cuajada de preguntas que el montaje deja intencionadamente abiertos.

Dos cosas llaman la atención en la propuesta de Marinas. Por un lado, la utilización de la danza como recurso expresivo. Esther Díaz de Mera, Manuela Morales y Lucía Barrado interpretan el espectáculo sobre la base de una coreografía que crea un lenguaje escénico corporal, que sensualiza la escena y transporta al espectador hasta una dimensión poética, casi mística.

Por otro, la presencia protagónica del hielo. El texto de Gudmundsdóttir sitúa la acción ante un glaciar, y hay que destacar la labor escenográfica de David Phillips en ese sentido. El montaje bucea en el frío con una lectura muy existencialista, aunque sin caer desde luego en intelectualismos vacíos. Agua, piel, deseo... Lo sensorial permanece en escena de principio a fin, a través sobre todo de la experimentación con lo táctil y lo auditivo.

Se trata de un espectáculo lleno de belleza; una belleza difícil de argumentar porque tiene poco o nada que ver con la razón. Al ritmo de esa coreografía, la escena se sumerge y nos sumerge hasta el fondo mismo del hielo del que está hecha, que la constituye íntimamente. Las razones en este caso tienen más  que ver con el cuerpo y con esas otras cosas que, dentro y fuera de un escenario, resultan tan difíciles de explicar como raras de encontrar.

Pero no solo es belleza. Amanda Marinas lanza una propuesta clara en relación al texto. Una propuesta que tiene que ver con la muerte y con lo efímero; con un tono trágico tanto más cruel cuanto que resulta completamente natural. Una obsesión recurrente en la literatura nórdica. La muerte, que en principio parece encarnada en esa criatura de otro mundo que es Manuela Morales -criatura del propio hielo. Después descubrimos que no, y sufrimos un vuelco en nuestras expectativas que nos confunde pero no nos desagrada. Porque seguimos bailando al cruce de las identidades de los personajes, y además no nos cansamos de hacerlo.

Amanda Marinas no solo ha creado belleza y nos ha brindado una verdadera propuesta de teatro-danza a partir de un texto interesante. Ha creado una atmósfera, un aire especial con el que alimentar a sus personajes; ha creado, en esencia, un mundo. Como he oído decir hoy a alguien, toda una lección de dirección.

No hay comentarios:

Publicar un comentario